lunes, 10 de diciembre de 2012

MIGUEL HERNÁNDEZ

Poeta español nacido en Orihuela, Alicante, en 1910.
Hijo de campesinos, desempeñó entre otros oficios, el de pastor de cabras. 

Guiado por su amigo Ramón Sijé, se inició en la poesía desde los veinte años; publicó su primer libro «Perito en lunas» en 1933 y posteriormente,  los sonetos agrupados en «El rayo que no cesa», marcaron la experiencia amorosa del poeta.
Durante la guerra civil militó muy activamente 

en el bando republicano como Comisario de Cultura, 
siendo encarcelado  y condenado a muerte 
al terminar el conflicto. 

Antes de morir, enfermo y detenido, publicó su última obra, «Cancionero y romancero de ausencias».
Falleció en 1942.





El tema de este poema es el cultivo de los olivos de Jaén.  
La estructura externa de este poema consta de doce estrofas cada una de cuatro versos. Refiriéndose al ritmo de cantidad, todos los versos son  de arte mayor ya que todos ellos son octosílabos. Respecto a la rima es consonante ya que riman tanto vocales como consonantes
Atendiendo al contenido, podemos considerar que el poema esta dividido en tres partes que además están señaladas con la primera estrofa y una pregunta diferente en cada una de esa estrofa.
  ¿Quien levantó los olivos?
Esta sería la primera parte de este poema, desde la primera estrofa hasta la cuarta. En esta parte se pregunta cómo nacieron los olivos quienes fueron los que le dieron vida (“la tierra, el trabajo y el sudor unidos al agua y los planetas.”)
“¿Quién amamantó los olivos?”
Con esta pregunta empezaría la segunda parte, de la quinta estrofa hasta la novena. En esta parte el poeta nos hace saber quién hizo que los cultivos creciesen, “la sangre y la vida” de las personas que trabajan en ellos.
¿De quién son estos olivos?
Esta parte, la última, va de la décima estrofa hasta el final. Lo que el poeta quiere decir es que los aceituneros de Jaén no tienen que ser esclavos de algo que es suyo sino que tienen que ser ellos los  propietarios de los olivos.
Para intensificar el significado del poema, todo él es una personificación (atribuir características humanas a seres inanimados). En este caso habla de los olivos como si fueran personas. 
Además de la personificación general, el poeta usa otras personificaciones. Los olivos no levantan ni la mano ni gracias a la tierra, el agua y el sudor nacieron y tampoco los siglos pesan. Todo eso solo lo pueden hacer las personas. 
Por otro lado, el poeta también utiliza las metáforas (identificar dos términos). Un ejemplo claro es “árboles eran el principio de un pan que solo el otro comía.”, que identifica los árboles con la comida y usa el verbo ser (eran). 
También podemos encontrar paralelismos (dos o más versos con la misma o similar estructura sintáctica). Es bastante fácil de distinguirlos ya que a lo largo del poema, se repite tres veces la primera estrofa “andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos?”. 
En la séptima estrofa, el segundo, tercer y cuarto versos empiezan con las mismas palabras y eso es una anáfora. Esa anáfora la utiliza para intensificar las malas acciones que hacen los terratenientes. 
Otro recurso que aparece en el poema, es la sinestesia, es decir, atribuir  un sentido a algo que ya se percibe por otro. En este caso, “claridad del aceite” el aceite se puede ver y tocar pero al ponerle ‘claridad’ estamos diciendo que ese aceite es claro como si fuera transparente.
Fijándonos ahora en los adjetivos, podemos ver que el autor ha usado adjetivos epítetos como evocadores. Los adjetivos epítetos “pura” y “retorcidos” no expresan sentimientos. En cambio “brava”, “poderosa” y “altivos” expresan emociones por lo que son adjetivos evocadores. 
Por último, un recurso que aparece a menudo, es la interrogación retórica que es aquella que no espera respuesta. Esta interrogación aparece en la primera, quinta y décima estrofa.










No hay comentarios:

Publicar un comentario